lunes, 8 de noviembre de 2010

La mujer y la política


El acceso de la mujer a la política

El acceso de la mujer a la política comenzó a finales del siglo XX, cuando las mujeres ganaron la batalla por el derecho al voto, aunque en algunos estados la aprobación del voto femenino no llegó hasta mediados del siglo XX.

La igualdad de oportunidades para las mujeres pasa por la participación y representación en los puestos de toma de decisiones. Pero sabemos que las mujeres no intervienen en las decisiones políticas ni acceden a cargos de poder en la misma forma que los hombres. 
Cuántas veces hemos oído la expresión: "Detrás de cada hombre ilustre hay una mujer brillante". A pesar de que se trata de una frase cuyo fin es sublimar el papel de la mujer, no debemos pasar por alto que dice "detrás", es decir, las mujeres se encuentran por detrás de los hombres y se perpetúa la situación de discriminación. Así que pasamos de la subordinación de estar "bajo" las órdenes de lo masculino a permanecer "detrás" del hombre, en un modesto segundo puesto.

Hay que señalar que la participación femenina en política se ha incrementado, pero continúa siendo desproporcionadamente baja. Seguimos a merced de decisiones políticas tomadas por una mayoría de hombres, ya que, tristemente, la representación de las mujeres en los cargos políticos es hoy muy escasa. Prueba de ello es el reducido 25 % de participación política de la población femenina europea. En África, Asia y Sudamérica la intervención de las mujeres es prácticamente inexistente.

Si el principio de no discriminación es uno de los pilares de los derechos de la persona ¿por qué en materia política se produce tal discriminación?. Es probable que existan barreras socioculturales fuertes sujetas a condicionamientos históricos. Los prejuicios y estereotipos que arrastra la sociedad de épocas anteriores asignan a las mujeres responsabilidades entendidas como femeninas.




El acceso de la mujer a la política

Así pues, el cuidado del hogar y de los hijos son las actividades que nos "corresponden", ocupaciones totalmente alejadas de cualquier ambición política. A ello hay que sumar la constante sub-representación de las mujeres en la sociedad y la violencia cotidiana de la que somos víctimas, estados que vienen a agravar la situación.
Diversas instituciones nacionales e internacionales, como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer de 1979, se han preocupado por conferir mayor apoyo institucional a las mujeres con el objetivo de compensar los efectos de la exclusión en la participación.
La democracia es un valor fundamental de los estados que requiere una participación y una representación igual de los ciudadanos de ambos sexos en la toma de decisiones, en la economía y en la vida social, cultural y civil. En este sentido, las mujeres todavía tenemos un largo camino por recorrer. La sociedad debe desprenderse de los roles discriminatorios que todavía subyacen en ella y adoptar medidas que favorezcan la participación política de las mujeres, tales como:
  • Equiparar las decisiones políticas a las condiciones sociales con el fin de que ambos ámbitos se correspondan a la realidad y no entren en contradicción.
  • Alentar la creación de redes de colaboración entre mujeres que ocupan cargos de responsabilidad política.
  • Aumentar la cuota mínima de candidatura femenina para promover un incremento de la participación femenina en los cargos electivos.










Participación Política de la Mujer
(Grupo Parlamentario Venezolano, Parlatino, Diputada Norexa Pinto, Comisión de la Mujer)
La mujer ha sufrido desde los inicios de la civilización, de un trato discriminatorio en todos los ámbitos de la vida pública y privada. La participación política ha sido uno de ellos, en donde antiguamente se consideraba que la mujer no poseía las capacidades mentales suficientes para emitir su opinión referente a asuntos públicos, ni mucho menos formar parte de la vida política de los países; existía la creencia generalizada de que las mujeres no eran aptas para trabajos intelectuales, solo debían dedicarse a las labores del hogar y por ello se les negaba la oportunidad de una educación.
El surgimiento de movimientos de masas de mujeres en los años setenta y ochenta y su destacado papel en la lucha contra los regímenes autoritarios del continente crearon grandes expectativas de mejores oportunidades para la mujer una vez producido el retorno a la democracia. Se esperaba que la consolidación de las instituciones democráticas promoviera una mayor participación de la mujer en la elaboración e implementación de las leyes y políticas públicas que la afectan en su vida diaria.
A pesar de estos esfuerzos, aún en la actualidad, la cultura machista de nuestra sociedad mantiene en desventaja la participación política de la mujer, evidenciándose en el bajo porcentaje de mujeres que ocupan cargos de poder en los gobiernos.
Al respecto, el Consejo de Seguridad Nacional de las Naciones Unidas reconoció que las mujeres están todavía muy poco representadas al nivel de toma de decisiones por lo que Secretario General de la ONU, Kofi Annan, se comprometió a dar igualdad de voz en las decisiones del Consejo.
La acción de organizaciones encargadas de defender los derechos de las mujeres, como por ejemplo la Comisión Interamericana de la Mujer (CIM), han logrado intervenir en los planes de acción de los Estados, presionándolos para que se cree un marco legal que proteja y le garantice cierta cuota de participación dentro de los organismos estatales.
A pesar de esto, la participación política de la mujer presenta bajos niveles como por ejemplo; en el Poder Ejecutivo de países como: Brasil, Bolivia, Uruguay, Perú, Guatemala, no llega al 10%. Al respecto, Venezuela posee un alto porcentaje de 25%, mucho mayor al de los años anteriores. En el Poder Legislativo la situación es menos alentadora, en donde Venezuela de un total de 165 diputados en la Asamblea Nacional, 17 de ellos son mujeres, representando un 10.3% contra un 89.70% de diputados masculinos, aunque sin embargo, es mayor en comparación con años anteriores.
En el Poder Judicial, por su parte, los porcentajes superan el 20% en Brasil Paraguay y Bolivia y asciende a más del 50% en Venezuela y Uruguay. Con respecto a las listas partidarias en Venezuela las mujeres participan positivamente con porcentajes superiores al 30%.
Por otra parte, existe la tendencia de que en el sector público, las mujeres ocupan cargos considerados de menor rango y con temáticas sociales, tales como ministerios de cultura, educación, juventud y bienestar social, mientras que en las áreas consideradas como importantes centros de poder político, su participación es menor, como Hacienda o Relaciones Exteriores. Sin embargo, existe un incremento paulatino en el nombramiento de mujeres a importantes cargos de alto nivel.
Además existe predisposición por aquellas candidatas a cargos públicos que están emparentadas con algún personaje político masculino de importancia. En entrevista realizada a once parlamentarias latinoamericanas, ocho reconocieron que su llegada al parlamento efectivamente se había visto facilitada por sus vínculos familiares (Rivera-Cira 1993).
Representación de los intereses de la mujer
La mujer en búsqueda de defender sus derechos y posiciones en el ámbito político se ha agrupado y organizado en diversas formas, entre las cuales se destacan las alianzas subpartidistas orientadas a promover sus intereses en áreas específicas. Si bien las mujeres que participan en política por lo general no hacen campaña en base a temas de la mujer, una vez electas la mayoría se aboca a la defensa de los derechos del género y a integrar las bancadas femeninas, así como es cierto que existen muchas otras que jamás se involucran en temas de la mujer.
Las bancadas femeninas alcanzan una particular eficacia cuando logran establecer relaciones de apoyo con las organizaciones de mujeres de la sociedad civil obteniendo importantes reformas legislativas en varios países. No obstante, aún persisten varios factores que impiden la formación de alianzas de mujeres. En principio, la clase política y el electorado no siempre responden con prontitud para apoyar una agenda femenina, y en ocasiones hasta se oponen a ello. Esto trae como consecuencia que las alianzas de mujeres, se ven en la obligación de plantear sus peticiones de forma amplia y lo menos controvertida posible, sin identificarlas directamente en beneficio del género sino resaltando la importancia y pertinencia que tiene para toda la sociedad, de forma tal que puedan lograr los objetivos y metas trazadas.
En segundo lugar, el destino de las alianzas está condicionado por el clima político imperante, si el partido de gobierno y el movimiento social apoya la agenda es muy probable que se logren los objetivos esperados, pero si por el contrario, la mayoría en el poder no favorece las iniciativas, se interrumpiría el trabajo de la asociación e incluso puede llevarla a su extinción.
Por último, la discrepancia existente con respecto a lo que se entiende como los intereses de la mujer, obstaculizan la formación de alianzas, ya que desde el punto de vista tradicional, los intereses de la mujer provienen de su condición de esposas, madres y amas de casa, mientras que la posición feminista los relacionan con igualdad de oportunidades y grados de poder en la política, en el trabajo y en el hogar. Entre estas dos visiones existe suficiente compatibilidad para poder establecer las alianzas, como por ejemplo: violencia doméstica, equidad en el trabajo y protección de la niñez, pero aquellos temas como el aborto y el control de la natalidad generan el rechazo de muchos y son identificados como asuntos feministas, por lo que se torna problemático la conformación de alianzas.
Debido a estos factores, existen muchas mujeres que participan en la política y que se niegan a ser identificadas como feministas ya que ven limitadas sus oportunidades gracias a una postura de rechazo en un medio dominado por hombres.
Otro de los sistemas adoptados para garantizar la participación de la mujer, es el sistema de cuotas, que establece un mínimo de participación de la mujer en cargos de representación.
Los simpatizantes de este sistema declaran que este es uno de los medios más adecuados para hacer efectivo el principio de la igualdad ante la Ley, ya que garantizan una presencia a mediano plazo en cargos de responsabilidad. Además, permite que las mujeres representen los intereses del electorado femenino ya que se encuentran más capacitadas para hacerlo, puede introducir una perspectiva de género en las políticas públicas y contribuye a acrecentar las oportunidades de otras mujeres en la sociedad.
Este sistema depende, en gran medida, del apoyo que reciba del Presidente, ya que con su aprobación y apoyo, se acelera el proceso de adopción.
Los opositores a este sistema argumentan que éste es discriminatorio en contra de los hombres, ya que lleva a cargos de poder a mujeres poco idóneas y, sobre todo, que es innecesario, dado que las mujeres pueden ascender por sus propios medios.
Los sistemas de cuotas pueden representar un punto de partida, pero de ningún modo garantizan el acceso al poder. Para ello, se deben acompañar de otras medidas, entre ellas un mejor financiamiento y mayor publicidad para las campañas electorales. Se debe superar las distinciones partidarias y de género para que el sistema sea realmente efectivo.
Existe otro medio de representación de los intereses de la mujer, como lo son las Agencias Estatales de la Mujer, las cuales proponen legislación, asesoran a otros ministerios respecto de políticas públicas que afecten a la mujer y abogan por sus intereses al interior del Estado. El poder institucional y la jerarquía de estos servicios es ampliamente variable.
La conformación de servicios de la mujer dentro del aparato del estado ha planteado un verdadero dilema para las activistas del movimiento de mujeres. Muchas de ellas han asumido con entusiasmo la oportunidad de participar en el diseño y ejecución de las políticas de estado, pero otras consideran que son los movimientos autónomos de la sociedad civil quienes mejor defienden los intereses de la mujer, argumentando además que es fácil cooptar a los servicios de la mujer y que las prioridades del gobierno de turno coartan la libertad de acción de sus integrantes.
Las Comisiones Parlamentarias, son otra manifestación de la organización de las mujeres, en donde diversos países conforman comisiones parlamentarias encargadas específicamente de discutir temas de interés, defender los derechos de las mujeres y realizar propuestas legislativas para dar marco legal a la protección del género y sus intereses.
La sociedad civil organizada es otra manifestación, y una de las más importantes en lo referente a la defensa de los intereses y derechos de la mujer, sin embargo ha sido víctima de una fragmentación debido a la incidencia de las ONG en donde se desarrolla un deterioro en la relación de las mujeres que se mantienen en contacto con el poder y los sectores populares.
Obstáculos de la Participación de la Mujer
Los obstáculos para la plena participación de la mujer en las democracias de América Latina se origina en la debilitada posición social de la mujer, en una visión tradicionalista de los roles de género, en los prejuicios y estereotipos culturales que se tejen en torno a ellos, y en la discriminación abierta.
La sociedad y los valores culturales enfatizan la importancia de los hijos y la familia, al tiempo que los planes de erradicación de la pobreza y desarrollo económico incentivan la entrada de la mujer en la fuerza laboral. Se espera así que las mujeres deban ser madres y trabajadoras a la vez, pero poco se hace por erradicar las prácticas que hacen extraordinariamente difícil compatibilizar ambos roles.
Estos obstáculos inciden directamente sobre la participación de la mujer en la política, ya que con el deber del cuidado de los hijos, los hombres tienen más oportunidades de participar en asambleas políticas y congresos partidarios, mientras que la mujer se ve en la obligación de permanecer en casa debido a que no existe un sistema de guarderías que le permitan a la mujer desarrollar ambos papeles.


Conclusiones
La presencia de la mujer en cargos de importancia política y alta responsabilidad ha aumentado progresivamente, sin embargo el proceso ha sido lento. En la medida en que la posición de la mujer tanto en la economía como en la sociedad, ésta podrá acceder a más y mejores puestos de poder, valiéndose por sus méritos.
Aunque se trata de cambiar la concepción de la sociedad, es posible lograrlo a través de la acción de las organizaciones encargadas de defender los derechos de la mujer, y de demostrar, a través de la acción de aquellas mujeres que ocupan importantes cargos en el gobierno, que son capaces de tomar decisiones gerenciales y de envergadura, obteniendo buenos resultados en su gestión.
La acción de éstas será más fuerte y significativa en la medida en que se logre un acercamiento con el movimiento de mujeres de la sociedad civil.
El sistema de cuotas aunque importante en resultados, requiere de cambios para que sea totalmente efectivo, ya que no solo es suficiente que la mujer ocupe un porcentaje representativo dentro de las listas partidarias, sino que el partido las apoye y les de la publicidad necesaria para lograr posiciones en el poder.
El Parlamento Latinoamericano y la Comisión de la Mujer, comprometidos a defender sus intereses, está llamado a formar parte activa a este proceso de transformación y a darle el carácter beligerante que posee, haciendo todos los esfuerzos necesarios para lograr que la mujer goce a plenitud de sus derechos y pueda desenvolverse satisfactoriamente en el ámbito público nacional demostrando sus capacidades.
 Clarín.com
La mujer en la actividad política

Aunque suele haber un consenso amplio en torno a la idea de la importancia de la participación femenina en la vida política, todavía son fuertes los obstáculos que hay que remover para que las mujeres adquieran un mayor protagonismo. Estos son tanto culturales como debidos a ordenamientos institucionales existentes.Sin embargo, no son pocos los pasos que se están dando en América latina para lograrlo, como lo demostraron muchas de las exposiciones realizadas en la Segunda Conferencia Internacional para la Integración de la Mujer en las Américas, recientemente celebrada en Punta del Este.En el encuentro, al que asistieron mujeres de organizaciones no gubernamentales y de los gobiernos latinoamericanos, se afirmó la necesidad de incorporar la perspectiva de género a todo tipo de actividad, y se convocó a seguir trabajando para consolidar una red latinoamericana.Mientras varias participantes se concentraron en enfocar temas relativos a la educación -destacando el papel central que tendrá el conocimiento como elemento de poder en el próximo siglo-; la salud -con especial énfasis en lo que se refiere a los aspectos sexuales y reproductivos- y la violencia doméstica, muchas otras hicieron hincapié en las llamadas acciones afirmativas, tendientes a promover una presencia más plena de las mujeres en política.Como cuestiones decisivas en el encuentro se planteó, por una parte, fomentar la actualización de las mujeres, especialmente en las áreas rurales y en los bolsones de pobreza urbanos, para combatir la sumisión cultural que facilita la violencia intrafamiliar y conspira contra el progreso personal y social de las mujeres.Por otro lado, se habló de la necesidad de feminizar el ejercicio del poder, para que las mujeres, aun las que están más integradas a la vida social y política, combatan el fantasma de que es incompatible la actividad doméstica con la labor política activa en agrupaciones y partidos.Para ello, se argumentó, es preciso no imitar mecánicamente los patrones de comportamiento masculino en el ejercicio del poder, sino inventar formas creativas.Claro que, se reconoció, es preciso dar una batalla importante para acabar con modelos ancestrales que confinan a la mujer al ámbito doméstico.Y ello se verifica no sólo entre las amas de casa, sino entre las que están insertas en el ámbito laboral, a quienes todavía se suele mirar con desconfianza respecto del cumplimiento de su papel clásico en el hogar. 


¿Qué significa hoy hablar de mujer y trabajo?
Monica Sladogna* | 16.11.2005 

Nuestro intento por analizar la particular relación que existe entre las mujeres y el trabajo, nos coloca en una situación difícil, en especial cuando el punto de interés, se centra en uno de los condicionantes de esta relación que no siempre resulta evidente. Estamos hablando del particular conflicto que deben resolver las mujeres entre su desarrollo profesional y su desarrollo personal. Estamos hablando del conflicto generado por las particulares condiciones de ejercicio profesional que presenta un mercado de trabajo como el nuestro, signado paradójicamente, tanto por la presencia de personas que buscan empleo sin conseguirlo, como por aquellas que trabajan más de 10 hs. diarias.
Sin embargo, a pesar de estas condiciones, significativamente, uno de los grupos que parece tener un acceso creciente al mercado de trabajo son las mujeres, pero ¿qué queremos decir con esto? ¿estamos hablando de una mejora en sus condiciones de vida?, ¿son éstos los indicadores del progreso evidente en la igualdad de acceso al mercado entre hombres y mujeres?   Por lo visto no, porque el crecimiento de la tasa de actividad de las mujeres viene de la mano con su inserción predominante en el servicio doméstico.  Es decir, un sector que en apariencias no exige más calificaciones que aquellas que las mujeres aprenden en su proceso de socialización y que si bien es una puerta de entrada al mercado es también un techo a su desarrollo.
Desconsiderar las posibilidades o no de desarrollo profesional que brinda el mercado de trabajo a las mujeres, deja de lado un factor importante en el momento de decidir entre la casa y el mercado.  Esto último siempre y cuando haya decisión posible, ya que el ingreso de las mujeres parece estar determinado por el desempleo del jefe de hogar, su ausencia o la disminución del presupuesto familiar y no por la decisión de mejorar en términos de autonomía, mayores ingresos personales, etc..  Olvidar las condiciones de ingreso y permanencia al mercado puede llevarnos a un análisis reduccionista el cual considera que existe un automatismo entre ingreso al mercado y el aumento de la calidad de vida. 
No podemos olvidar que en las situaciones antes mencionadas, el ingreso al mercado se hace impulsada por la necesidad y en  condiciones de precariedad, bajo ingreso y desvalorización social.  Esta característica que tiene el mercado de trabajo femenino aumenta los niveles de sufrimiento y conflicto producto del "abandono del hogar".  Es este un conflicto que no siempre se resuelve bien, en general porque se oculta o porque, cuando aparece, es explicitado en términos de reproche entre aquellas mujeres que superaron los condicionantes de género hacia quienes aún no lo hicieron.  Acaso no es común pensar "si yo lo logré ¿por qué ellas no?".
Volviendo al tema del conflicto, podemos decir que, cuando se analiza el mercado de trabajo desde ésta perspectiva, aparece en primer lugar el conflicto de intereses entre el capital y el trabajo, o entre trabajadores y patrones.  Sobre este punto, que fue ampliamente tratado en la abundante bibliografía sobre el tema, no entraremos en precisión.  En segundo lugar, podemos mencionar también el conflicto que se da entre los mismos empleadores, por ejemplo, a nivel de las grandes y pequeñas empresas.   Sin embargo, a nosotras nos interesa analizar aquí el conflicto que existe entre los mismos trabajadores por el acceso al mercado de trabajo.  En particular, cuando este conflicto se relaciona con el tema género.  Creemos que en esta línea de reflexión encontraremos una vuelta más de tuerca al tema mujer y trabajo.
El empleo, es hoy día un bien escaso, por los menos los altos índices de desempleo eso dicen.  Ya mencionamos que su redistribución es particularmente desigual, pero el tema que provoca nuestro interés es intentar analizar cuáles son los parámetros por los cuales algunos tienen mayor posibilidad de acceder al mercado, en particular en condiciones de desarrollo de su profesionalidad y quienes o no tienen acceso a él o su acceso está condicionado a trabajos mal pagos, poco valorizados socialmente o bien que se desarrollan de manera precaria.
Retomando el tema del conflicto en el campo del trabajo, algunos autores prefieren analizar este conflicto como el que existe entre el denominado "grupo pleno"  de trabajadores -compuesto por los varones, adultos jóvenes, nacionales y sanos- y el denominado "grupo vulnerado"  -compuesto por las mujeres, los jóvenes, los adultos maduros, los inmigrantes, las personas con discapacidad-.  Cabe menc



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Argentina
Con Carolina Llanos, Secretaria de la Mujer de UATRE

El trabajo de la mujer rural es invisible

Es coordinadora del Programa de Alfabetización Rural de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE), y secretaria de la Mujer en el Secretariado Nacional de UATRE. Carolina conoce el medio rural porque nació en él, y con su organización tiene el propósito de dignificar a la mujer del campo.


-¿Cuál es tu evaluación del seminario “Género y Trabajo en el Campo Uruguayo” realizado en Montevideo?

-Estuve el 8 y 9 de marzo allí, y me pareció muy positivo que también en Uruguay se esté debatiendo sobre la seguridad en el trabajo rural, y de todos los problemas que debe enfrentar la mujer en ese medio y su participación en las organizaciones sociales. Nos encontramos con las mujeres de la Unión Nacional de Trabajadores Rurales Asalariados (UNATRA) a quienes no conocía, y comprobé que ellas están en una situación bastante parecida a la nuestra, aunque nuestro sindicato representa a una variedad muy grande de sectores de trabajadores, desde el citrícola hasta la fruta fina, pasando por la esquila, vid, banano y otros muchos. Sentí un gran orgullo al ver a esas jóvenes trabajadoras integrando el secretariado de su organización. Quiero que sepan que tienen todo el apoyo nuestro para ir armando algo similar a nuestra Red Nacional de Mujeres de UATRE, que ellas definían como de mujeres asalariadas y que en nuestro caso integra también a las esposas de los asalariados o trabajadores rurales.

-¿Por qué las incluyen?
-Por que sabemos que muchas veces ellas colaboran con sus maridos en las tareas del campo o, en su defecto, igualmente está involucrada con la situación porque convive permanentemente con todos los problemas que surgen del trabajo rural.

-¿Cuál es la situación de la mujer argentina en el medio rural?
-Es de una gran desvalorización. La mujer rural tiene una autoestima muy baja, no cree en lo que es capaz de hacer. No percibe que tiene condiciones, conocimientos, potencialidades que muchas otras mujeres no tienen. Sufren porque a menudo están muy alejadas de los medios de transporte y de comunicación, carece de recreación, trabaja desde que se levanta hasta que se acuesta, duerme poco y todo ese trabajo sacrificado no es reconocido. Si la mujer urbana aún está dando la lucha por el reconocimiento de su trabajo, mucho más tiene que hacer la mujer rural, que muchísimas veces ni siquiera es reconocida por su propia familia. En la actualidad, a través del Registro Nacional de Trabajadores y Empleadores (RENATRE) esto cambiará completamente porque la mano de obra femenina que hasta ahora es invisible será definitivamente reconocida.

-¿Por qué mecanismo?
-Porque será registrada como una trabajadora rural, ella tendrá su libreta de trabajo igual que el hombre, y si ella se desempeña en el campo, ya no estará simplemente ayudando a su esposo o su compañero, sino trabajando oficialmente y generando beneficios sociales.

-¿Cuáles son las conclusiones del Programa de Alfabetización?
-Lo primero a señalar es que la mayor parte de los alfabetizadores son en realidad mujeres, y lo segundo es que el 70% de las personas alfabetizadas también son mujeres. Esto era bastante previsible, ya que en los hogares de muchos hijos, cuando se tiene que elegir a quién se envía a estudiar, la elección siempre recae en los varones, porque se considera que “él tendrá que mantener a su familia”, mientras que la mujer “sólo” debería desempeñarse en tareas domésticas que puede ir aprendiendo en su casa parental. Otro argumento bastante habitual es la seguridad de las chicas, ya que si la escuela queda lejos se presume que las niñas corren más riesgos que los varones en el viaje. También alfabetizamos muchos hombres que por tener que trabajar tempranamente tuvieron que abandonar la escuela o inclusive que nunca fueron a una institución educativa. Aún hoy niños y niñas del campo argentino hacen tareas de adultos. Nuestro trabajo es la conscientización para el proceso de cambio.

-¿Cuáles son los objetivos?
-Son varios. Uno es la afiliación, la agremiación, pero también promovemos una cadena de relaciones entre las personas, la autoconfianza, el diálogo, la expresión, la revelación de las capacidades ocultas o ignoradas que todas tienen. El sistema es que las líderes comunitarias surgen entre ellas mismas, y eso facilita mucho el cambio. Creo que a partir del trabajo con la Red de Mujeres se creó la Secretaría de la Mujer. Cuando me propusieron para ese cargo pensé que lo hacían por el simple hecho de que soy mujer, pero de a poco voy entendiendo que no es así, que no fue sólo para la vidriera sino que hay espacio para un trabajo a fondo. Desde noviembre pasado esto está siendo para mí una experiencia muy removedora.

-¿Cuál es tu origen social?
-Rural. Yo soy de un pueblito de 2 mil habitantes llamado El Bobadal, en la provincia de Santiago del Estero. Mi abuela era analfabeta. Mi padre es trabajador rural y dirigente sindical. Mi madre salió del campo y durante dos años vino a Buenos Aires donde estudió enfermería. Ella fue la que inculcó el deseo de aprender, de estudiar, de prepararme para luchar en la vida. Siento que recibí mucho, y ahora quiero restituir algo de todo eso. Quiero que las mujeres del campo no tengan que dejar de ser lo que son, y que tengan futuros dignos.

                     Igualdad de oportunidades


Mucho es lo que se ha evolucionado sobre la realidad del trabajo en relación a los derechos de los trabajadores y las condiciones en que la labor debe ser realizada para no perjudicar la salud de los mismos. Aunque la mayoría de las normas internacionales del trabajo regulan la realidad tanto de las trabajadoras como de los trabajadores, existen algunos ítems que se refieren especialmente a la situación de la mujer.
Ellos se centran en torno a dos preocupaciones fundamentales, según las normativas de la Organización Internacional del Trabajo:
• garantizar la igualdad de oportunidades y de trato en el acceso a la formación, el empleo, la promoción, la organización y la toma de decisiones, así como la igualdad de condiciones en términos de salario, beneficios, seguridad social, y servicios de bienestar cuya prestación esté vinculada con el empleo;
• proteger a la trabajadora contra aquellas condiciones de trabajo que puedan entrañar riesgos para la maternidad.
En cuanto a la primera de ellas, la mujer ha ganado en las últimas décadas muchísimo terreno en el mercado laboral, y muchas de ellas ocupan lugares gerenciales tanto en ámbitos públicos como privados. Ello se debe, en gran medida, a que la evolución del trabajo y la producción ha ido variando sus modos, dando lugar a una preferencia por la capacidad organizativa y el conocimiento antes que la fuerza física, donde el hombre tenía indiscutible superioridad. Sin embargo, sobre todo en los países con menor desarrollo económico y social y, por lo tanto, menor acceso de las mujeres a la educación, ellas se encuentran aun relegadas a condiciones laborales indignas, rayanas en la explotación. Muchas veces estas condiciones de trabajo atentan contra la salud de la trabajadora, contra la conformación familiar y contra la maternidad en sí.
Desde 1952, año en que se revisó el primer convenio internacional sobre el trabajo femenino, se ha producido una evolución muy profunda en la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo, y se ha avanzado hacia un compromiso cada vez mayor para eliminar la discriminación en el empleo. No obstante, las oportunidades de la mujer frente a las masculinas son, aun hoy, menores y deficientes. Ello trae consecuencias no sólo ni particularmente sobre las mujeres, sino sobre los grupos familiares que de ellas dependen económicamente, especialmente los hijos.
Durante la 87a reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo (1999), con respecto a la protección del empleo y no discriminación se recomendó expresamente que "Toda mujer debería tener derecho a ocupar el mismo puesto de trabajo o un puesto equivalente con la misma remuneración al terminar la licencia de maternidad, cuya duración debería considerarse como período de servicio a efectos de determinar sus derechos."

Protección de la maternidad


La protección de la maternidad de las mujeres en el trabajo ha tenido una importancia fundamental para la Organización Internacional del Trabajo desde su fundación en 1919. El Convenio sobre la protección de la maternidad, 1919 (núm. 3), estuvo entre los primeros instrumentos que se adoptaron. En 1952, este Convenio fue revisado para tener en cuenta la evolución de la legislación y de las prácticas nacionales, especialmente en el dominio de la seguridad social. (**)
Entre las conclusiones de la mencionada reunión internacional se le dio un lugar de máxima importancia a la licencia y prestaciones por maternidad, destacándose los siguientes consejos:
• Procurar extender la duración de la licencia de maternidad a 16 semanas por lo menos, previéndose una prolongación de la licencia de maternidad en el caso de nacimientos múltiples.
• Tomar medidas para garantizar que la mujer tenga derecho a elegir libremente cuándo tomará todo período no obligatorio de la licencia de maternidad, antes o después del parto.
• Las prestaciones pecuniarias a las cuales tiene derecho una mujer durante la licencia de maternidad y la licencia complementaria deberían elevarse a la totalidad de las ganancias anteriores o de las que se tomen en cuenta para calcular las prestaciones.
• Las prestaciones médicas deberían incluir la asistencia de un médico de medicina general o de un especialista en el consultorio, a domicilio o en un hospital u otro establecimiento médico; la asistencia de parteras diplomadas o de otros servicios de maternidad en el domicilio, en un hospital u otro establecimiento médico; el ingreso en hospitales u otros establecimientos médicos; todos los productos farmacéuticos o médicos necesarios, así como los exámenes y análisis prescritos por un médico u otra persona calificada; la asistencia odontológica y quirúrgica.
En cuanto a la financiación de las prestaciones, los asistentes a la reunión internacional recomendaban que:
• Las prestaciones pecuniarias y médicas deberían financiarse mediante un seguro social obligatorio, fondos públicos o según lo determine la legislación y las prácticas nacionales.
• Toda cotización debida en virtud de un seguro social obligatorio que prevea prestaciones de maternidad y todo impuesto sobre los salarios que se imponga para financiar tales prestaciones, ya sea que las paguen conjuntamente el empleador y los trabajadores o únicamente el empleador, deberían pagarse en función del número total de personas empleadas sin distinción de sexo

Protección de la salud


En lo referente a la protección de la salud, y de acuerdo a las consideraciones de los expertos de la OIT, podemos destacar algunas de las recomendaciones expresadas en la 87a reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo:
• Se debería prohibir el empleo de una mujer en trabajos considerados por la autoridad competente como peligrosos para su salud o la de su hijo durante el embarazo y hasta los tres meses siguientes al parto o durante más tiempo si la mujer amamanta a su hijo.
• Cuando el trabajo que realice una mujer esté prohibido durante el embarazo y el período de lactancia, o cuando una evaluación haya determinado un riesgo reconocido o significativo para su salud o la de su hijo, se deberían tomar medidas para que se le pueda ofrecer como alternativa la adaptación de sus condiciones de trabajo, o el traslado a otro puesto cuando dicha adaptación no sea posible, o una licencia otorgada de conformidad con la legislación y la práctica nacionales. La mujer conserva así, al mismo tiempo, su derecho a reincorporarse a su trabajo o a un trabajo equivalente tan pronto como sea seguro para ella hacerlo.
• Se deberían tomar las medidas con respecto a ciertos tipos de trabajo, tales como:
a) los trabajos penosos que impliquen levantar, llevar, empujar o arrastrar manualmente pesos;
b) los trabajos que supongan la exposición a agentes biológicos, químicos o físicos que puedan ser peligrosos para las funciones reproductoras de la mujer;
c) los trabajos que requieran un equilibrio especial;
d) los trabajos que impliquen un esfuerzo físico debido al hecho de tener que permanecer de pie o sentada durante largos períodos o a la exposición a temperaturas extremas o a vibraciones.
Los asistentes a dicha reunión también se expidieron acerca de algunas disposiciones relativas a las madres lactantes, aconsejando para sus países-miembro:
• Cuando sea posible, y de acuerdo con el empleador y con la mujer interesada, se deberían poder agrupar los períodos de tiempo previstos para las interrupciones de lactancia diarias de modo que se permita una reducción de las horas de trabajo al comienzo o al final de la jornada.
• También se deberían tomar disposiciones a efectos de contar con instalaciones para la lactancia en condiciones de higiene adecuadas.

(*) Este artículo contiene información de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) (**) En su 268a reunión (marzo de 1997), el Consejo de Administración decidió inscribir en el orden del día de la 87a reunión (1999) de la Conferencia Internacional del Trabajo el punto relativo a la revisión del Convenio (revisado) (núm. 103) y de la Recomendación (núm. 95) sobre la protección de la maternidad, 1952. Se reproducen aquí algunas recomendaciones de la Comisión Revisora.



El acceso de la mujer en el mercado laboral en igualdad de condiciones
El reto. Es contar con presencia y oportunidades, y eliminar el mito del sexo
Escrito por: F. ÁLVAREZ
Si algún papel crucial jugó la instalación de zonas francas en República Dominicana fue el de que las mujeres se insertaran de manera formal en procesos productivos que hasta el momento habían sido de exclusividad masculina. 
Más que el reto de contar con presencia femenina en puestos de poder, insertar a  miles de mujeres comunes y corrientes, sin altos niveles de capacitación académica en roles tradicionalmente masculinos,  representó un salto cualitativo que modificó la dinámica social y económica de manera irreversible.
Muchas limitaciones se sumaron a este logro, como la presencia en la industria de una mano de obra técnicamente no cualificada, la aparición de una doble o triple jornada de trabajo a partir de la diversificación de roles femeninos y la intensificación del esquema familiar monoparental, entre otros.
Una traba importante lo representa el hecho de que en la medida en que un trabajo, de anterior factura femenina, alcanza mayores niveles de tecnificación, capacitación y una estructura  laboral más compleja y con mejores reinvindicaciones laborales, en esa misma medida empieza a “desfeminizarse”  para convertirse en un trabajo al que llegan con mayor libertad y demanda los hombres.
Aún en los casos en que mujeres acceden a puestos de tomas de decisión, sus salarios están casi siempre en niveles inferiores a los otorgados a los hombres en iguales condiciones laborales.
Esto convierte el trabajo por la reinvindicación femenina ya no en una lucha por posiciones, sino en una por condiciones laborales paritarias, y más que eso, en una lucha de género para eliminar el mito de que la mujer, solo por su sexo,  está obligada a asumir determinados roles.
Es por esto que hoy la exigencia de reinvindicaciones femeninas no está sujeta de manera exclusiva a alcanzar determinados puestos de trabajo, sino también a una gestión de igualdad que permita la conciliación de roles entre el hombre y la mujer.
Los derechos de la mujer dominicana se han legitimado a través del establecimiento de políticas públicas,  legislaciones, convenios y normativas que dan cuerpo a todo un legajo de documentos que amparan la equidad de género como forma de establecer mecanismos que aseguren condiciones paritarias entre hombres y mujeres, cuando de trabajo se trata. “República Dominicana puede exhibir avances y logros alcanzados en materia de derechos de las mujeres en el trabajo, sin embargo queda un largo camino por recorrer, especialmente por parte de la sociedad, vinculado a las múltiples jornadas de trabajo al que han abocado a la mujer dominicana los roles tradicionales que la sociedad le ha asignado”, dice Max Puig, secretario de Estado de Trabajo (SET).
Destaca que la SET está desarrollando políticas sobre la igualdad de género y la no discriminación en el ámbito laboral, y también a través de los procesos de capacitación de personal de inspectoría, para transferir hasta los empleadores y los mismos trabajadores las regulaciones contenidas en el Código Laboral a favor de la igualdad del trabajo remunerado. “En el triunfo de la lucha de los derechos laborales de las mujeres radica la clave de nuestro desarrollo”, puntualizó Puig. 
En 1992 el Código Laboral sufrió  importantes modificaciones, algunas de ellas  en busca de superar las discriminaciones que sufren las mujeres y que las colocan en situaciones de desventaja, a pesar de que aportan de manera sostenida a aumentar los niveles de productividad de la empresa.
Al respecto, Magali Pineda, reconocida feminista y directora del Centro de Investigación para la Acción Femenina (CIPAF), destaca que el nuevo Código incluyó  importantes  disposiciones para la protección de la madre trabajadora, como son la prohibición de trabajos físicos incompatibles con el embarazo, el descanso obligatorio pre y post natal, los permisos de lactancia y los permisos médicos pediátricos, entre otros. Pero las limitaciones no son exclusivamente la creación de políticas públicas: falta además que las mujeres se empoderen de las garantías laborales que les han sido atribuidas y las exijan en los casos necesarios.
Factores conducentes al no cumplimiento de las regulaciones contenidas en el Código Laboral y los convenios internacionales por parte de los empleadores, incluyendo los acordados y ratificados con la Organización Internacional del Trabajo, están vinculados al escaso balance que se produce entre la oferta y la demanda de trabajo.
Debido a que el número de personas en capacidad productiva excede por  mucho la oferta de trabajo.
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Ratificación de convenios
Un estudio realizado por el CIPAF recientemente, relativo a las condiciones de vida y trabajo de las mujeres arrojó, según señala, “información importante” sobre los avances en materia de igualdad y protección de los derechos de la mujer trabajadora, pero reconoce la persistencia de obstáculos que dificultan la igualdad de oportunidades.
A juicio de la experta, la no ratificación del Convenio 156 sobre Igualdad de Oportunidades y de Trato entre Trabajadores y Trabajadoras, y la del Convenio 183 sobre Protección de la Maternidad permite el mantenimiento de roles que por tradición han asignado a la mujer la responsabilidad exclusiva de las tareas domésticas, el cuidado de los niños, de los discapacitados  y de los ancianos. Las mujeres participantes en este estudio demandan de las instituciones correspondientes la firma de dichos convenios como una manera de garantía laboral.